Para comenzar debo introducirme. Soy una chica fascinada por las historias románticas, por los musicales y, en general, por un buen relato. Puedo disfrutar cada detalle, cada sonido, cada gesto, cada cuadro de una cinta. Me encanta poder adivinar y presagiar el final a través de todo lo que sucede. Me conmueve el encanto y la emoción que llegan a producir las historias, ya sean hermosas o no tan hermosas, sean reales o un tanto ficticias.
Sin embargo, mas allá de un romanticismo Hollywoodense, más allá del concepto generalizado de que nada es tan perfecto, no pretendería tildarlas de ninguna manera, para alguien serán la versión de su historia, alguien habrá vivido algo medianamente parecido. Yo, reconozco que hay errores y hay aciertos, que hay verdad y hay mentira pero no es enteramente lo que aspiro para mí. Por mi parte, ¿por qué querría vivir la historia de alguien más? ¿Por qué no preferiría vivir mi propia historia que emocione, impresione, asombre y conmueva tanto o más?
Podía estar fascinada por cada historia pero, que algo parecido se acercara a mi, me generaba un rechazado de inmediato. Por mucho tiempo en mi grupo de amigos estuve etiquetada como aquella que tenía “problemas con el compromiso” y aunque en efecto pudo ser verdad, esto simplemente era resultado de muchos daños que al ser resueltos me quitaron el velo que impedía ver la historia que estaba viviendo y que nunca imaginé tener. No lo cambiaría por nada.
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